¿Qué es lo primero que se nos viene a la mente cuando pensamos en la Navidad? Disfrutar en familia una cena navideña, regalos, compartir y muchas otras tradiciones que realizamos año a año. A veces, en medio de tantas cosas, nos podemos olvidar del verdadero sentido de la Navidad, el nacimiento del Niño Jesús, quien con su venida nos abre las puertas del cielo.

 

Sin embargo, debido a la coyuntura actual y todo lo que hemos vivido en este tiempo, muchas familias no podrán estar juntas y otras pasarán estas festividades con un vacío en la mesa y con un vacío en el corazón debido a la partida de un ser querido. Es por ello muy importante que recordemos en este tiempo lo verdaderamente esencial.

 

¿Cómo podemos vivir una Navidad cuando una parte de nosotros ha partido? Primero debemos abrazar nuestros sentimientos, aceptando que estamos atravesando una etapa de duelo y que es normal sentirnos tristes. Además, apoyarse en los demás miembros de la familia es fundamental, compartiendo con ellos nuestras emociones, inquietudes, y expectativas para las celebraciones navideñas. 

 

Si bien este ser especial puede haber dejado un espacio vacío en la mesa familiar, podemos incluirlo también en nuestra celebración, al contar anécdotas vividas junto a él, revisando fotos que guardan recuerdos especiales, preparando su comida favorita, y muchas otras tradiciones que pueden agregarse a estas fiestas. Sobre todo teniendo en cuenta que, aunque nuestro ser querido no esté presente físicamente, cada uno de los familiares lo lleva en su corazón.

 

Finalmente, recordemos que el principal protagonista de la Navidad es Jesús. Así pues, si enfocamos nuestra mirada en el nacimiento del Niño Dios y todo lo que Él trae a nuestros corazones, encontraremos ese consuelo que tanto buscamos

 

Dediquemos este tiempo de Adviento a abrir nuestros corazones, liberándolo de todo aquel sentimiento que nos aprisiona, y preparándonos espiritualmente para la llegada de Jesús. Como parte de esta preparación podemos encomendarnos a la oración, pidiendo por nuestro prójimo y también por nosotros mismos, para encontrar esa paz que tanto buscamos. Tal y como dice el siguiente versículo: “Todo lo puedo en Aquél que me conforta” (Fil 4, 13), pues contamos con Dios, quien nos cubre con su fuerza divina y nos entrega la fortaleza que necesitamos.