La Virgen María, nuestra madre celestial y espiritual, es una figura divina desde la plenitud de su humanidad. Durante el tiempo en que la tierra gozó de su presencia, ella nos dejó enseñanzas que denotaban su humildad y sus virtudes, las cuales hasta el día de hoy podemos aplicar en nuestra vida. En ella se combina perfectamente lo sublime y lo cotidiano, lo cual se puede apreciar claramente en el Evangelio que nos cuenta los misterios de su vida. Siendo fiel al Plan de Dios, es que María nos comprende perfectamente pues, al igual que nosotros, ella también atravesó dificultades, tristezas y temores.
Entonces, ¿en qué momentos podemos recurrir a ella?
Cuando sintamos miedo, pensemos en María y el gran sacrificio que realizó al aceptar ser la madre de Jesús, sin imaginar todo lo que ello conllevaba. Imaginémosla joven y sin haber experimentado el mundo aún, enfrentándose con mucha valentía a los designios de Dios.
Cuando dudemos de nuestra fe, acudamos a María y roguemos por su intercesión. Ella es símbolo de fe y obediencia pues, aunque fue testigo del sufrimiento y la pasión de Jesús, su hijo, la Virgen María siempre creyó en que Él derrotaría a la muerte. Por ello, es un claro ejemplo de la creencia y confianza en Dios y Su palabra.
Cuando perdamos la paciencia, rememoremos a María y su infinita paciencia al afrontar diversas situaciones en su día a día. Como cuando buscó al niño Jesús por 3 días hasta, finalmente, encontrar en el Templo. Ella nos enseña que la calma y la paciencia son también virtudes importantes.
Cuando creamos que lo hemos perdido todo, recurramos a ella, pues María también sufrió con un dolor indescriptible en su alma y corazón al ver a Jesús en la cruz, pero con la certeza y confianza en sus promesas de su resurrección. Nadie puede entendernos mejor que ella, y será nuestra misma Madre Celestial quien nos arrope en su seno y nos ofrezca el consuelo que tanto buscamos, ayudándonos a vivir la esperanza.
En cualquier momento, sin importar el día o la hora, María estará ahí para ayudarnos. Ella nunca nos fallará.