¿Alguna vez te has encontrado en una situación tan abrumadora que no sabías cómo orar al respecto? Diez años después de nuestro matrimonio, mi esposo, Carlos, perdió su trabajo. Fue a trabajar un lunes por la mañana y volvió una hora más tarde con una expresión de decepción e incertidumbre. Teníamos dos niños en la escuela, un crédito con el banco y pocos ahorros. Yo trabajaba dos días a la semana como recepcionista y ganaba lo suficiente para comprar alimentos, pero nada más.
El día después de su despido, Carlos se despertó con dolores de estómago y náuseas que lo confinaron a su cama durante días. En lugar de buscar trabajo, estaba descansando, tratando de recuperarse lo más pronto posible. El médico de Carlos ordenó una serie de pruebas, pero dudamos en programarlas porque nuestro seguro de salud terminó con su trabajo. A medida que el montón de pruebas se elevaba más que la pila de facturas, nuestros temores crecían y nuestra fe temblaba.
Es posible que, así como nosotros, hayas tenido que enfrentarte a escenarios parecidos, como la pérdida de un trabajo, una enfermedad que amenaza tu salud, una pelea con algún familiar o amigo cercano, y simplemente no sabías cómo acércarte a Dios para salir adelante.
Por eso, tenemos algunas recomendaciones para cuando no sabes cómo rezar:
1. Ora por las promesas
Dios ha llenado Su Palabra con cientos, incluso miles de promesas. ¿Alguna vez te preguntaste por qué? A través de Sus promesas, Él revela su voluntad y guía nuestras oraciones. “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, que da a todos con generosidad y sin desgano, y le será dada.” Por ejemplo, en Mateo 6, 33: "Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán provistas", Dios nos asegura que proveerá todo lo que necesitamos mientras lo buscamos viviendo nuestras vidas de acuerdo a sus principios. Así que, como mejor sabíamos, Carlos y yo buscamos vivir una vida justa y centrada en Dios, para poder orar la promesa de Mateo 6, 33 con confianza.
2. Ora con fe
Las oraciones sin fe son inútiles. Hebreos 11, 6 nos dice: “Ahora bien, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que el que se acerca a Él debe creer que existe y que recompensa a los que lo buscan.” La fe es un don de Dios, impreso en nuestro corazón, que requiere también nuestra acción: el que estamos seguros del Todopoderoso y de sus designios. Lo que sabemos por fe es que Dios responderá siempre a nuestra oración, quizás no como esperamos, pero siempre habrá una respuesta desde su amor de Padre que solo quiere el bien de sus hijos. La fe no es estar seguro del resultado, sino, es estar seguro de aquel que lo ordena. Una oración llena de fe no exige ni declara lo que Dios debe hacer, solo cree de todo corazón que todo lo que Dios hace es bueno, correcto y mejor.
Ya sea que tengamos una fe del tamaño de una montaña o del tamaño de una semilla, el objeto de nuestra fe es el mismo: nuestro Dios Todopoderoso.
Carlos y yo sabíamos que no podíamos desenredar cada nudo en nuestra crisis familiar, pero Dios sí tenía ese poder. Él era nuestra esperanza fuerte y segura.
3. Realiza una oración de rendición
Cualquier otro método de oración palidece en comparación con la oración de rendición. Esta es simultáneamente la oración más difícil y la más fácil de rezar. Difícil porque requiere que caigamos en los brazos de Dios y confiemos en que Él nos atrapará; y fácil porque nadie es más digno de confianza que Él.
Cuando rezamos una oración de rendición, cedemos nuestro deseo de una vida fácil y sin dolor. Ya sea que la respuesta de Dios nos lleve a través de un camino difícil o a través de prados floridos, elegimos confiar en que Dios orquestará nuestras circunstancias para lograr su buena y perfecta voluntad en nuestras vidas y en el mundo.
En mi caso, no me tomó mucho tiempo durante la temporada de desempleo de Carlos reconocer que, aparte de Dios, nuestra familia tenía pocas esperanzas. “Señor”, oré una mañana mientras sollozaba en mis manos, “esta situación está rota de tantas maneras que ni siquiera sé cómo orar. Ayúdanos. Solo ayúdanos. Sea lo que sea, confío en ti.” Mi oración de rendición abrió la puerta para que Dios obrara en nuestra situación. Las cosas no cambiaron de la noche a la mañana, pero gradualmente la salud de Carlos mejoró. Posteriormente, luego de meses de búsqueda, encontró un nuevo trabajo. Cuando cobramos su primer sueldo y nos preparamos para pagar las cuentas, nos dimos cuenta de que Dios había provisto para todos los gastos en los que habíamos incurrido. Dios, no el trabajo de Carlos, fue nuestro proveedor.
Jesús advirtió a sus seguidores: “En el mundo tendrán aflicción.” (Juan 16, 33), entonces, para ayudarnos a navegar, Dios nos entregó el precioso don de la oración. Cuando nos encontramos con circunstancias que confunden nuestros corazones, podemos orar las promesas de Dios, de acuerdo con los principios bíblicos, y con mucha fe.
Además, cuando rezamos la oración de rendición, podemos confiar en que aterrizaremos seguros en los fuertes brazos de nuestro Padre.