Seguro que has notado lo bien que te sientes después de dar un paseo por la naturaleza. O qué tan relajado te sientes cuando caminas por un parque, trabajas en un jardín, caminas descalzo por la playa o incluso cuando te recuestas en el césped.
¿A qué se debe esa sensación de plenitud? Hay algo en la conexión con la naturaleza que armoniza nuestros ritmos internos, induce la paz interior y nos recarga.
La tierra nuestro hogar común
Nos dice el Papa Francisco en la encíclica “Laudate Si” (Alabado seas): “El amor de Dios es el móvil fundamental de todo lo creado… Entonces, cada criatura es objeto de la ternura del Padre, que le da un lugar en el mundo. Hasta la vida efímera del ser más insignificante es objeto de su amor y, en esos pocos segundos de existencia, él lo rodea con su cariño”. Todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia nosotros. El suelo, el agua, las montañas, todo es caricia de Dios”.
La desconexión del mundo moderno
Este mundo sobre conectado nos ha animado a desconectarnos cada vez más de la naturaleza. y con el trajín del día a día en que vivimos, nos olvidamos de mirar a nuestro alrededor y contemplar la belleza de la creación. En nuestro mundo moderno, en donde muchas veces ponemos mucha prioridad al quehacer, nos olvidamos de la importancia de hacer un alto para conectarnos con nosotros mismos, con la belleza que nos rodea, que nos invita a contemplar la maravillosa obra de Dios y vivimos en constante estrés y tensión, postergando lo esencial.
Esta tensión en nuestro sistema crea estrés y ansiedad. Con el tiempo, también afecta nuestra salud física y mental. Contemplar la naturaleza nos ofrece una oportunidad para recobrar esa sensación de calma y bienestar que ocurre cuando hacemos una pausa y vemos la presencia de Dios en todo lo creado.
Necesitamos de la naturaleza
Estar cerca de la naturaleza o verla, mejora nuestro bienestar. La pregunta es ¿por qué?
No hay duda de que estar en la naturaleza, o incluso ver imágenes de ella, reduce los síntomas fisiológicos del estrés en nuestro cuerpo. Lo que significa que es menos probable sentirnos ansiosos o temerosos cuando estamos rodeados por la naturaleza y, por lo tanto, podemos estar más abiertos a otras personas y a patrones de pensamientos creativos.
Además, la naturaleza a menudo induce asombro, reverencia, y todas las emociones que se sabe que tienen una variedad de beneficios, que promueven desde el bienestar y el altruismo hasta la humildad y la salud.
Asimismo, se ha descubierto que pasar tiempo en la naturaleza ayuda con problemas de salud mental como la ansiedad y la depresión. Esto podría deberse a la combinación entre la actividad física regular y el contacto con estar al aire libre en la naturaleza y en medio de esa pausa recordar lo valiosos que somos para Dios, quien nos ha dado esta hermosa casa en donde vivir.
Solo es necesario estar ahí
Puede que vivamos encerrados en nuestro propio mundo, pero contemplar la naturaleza es tan simple como ir al parque y agudizar tus sentidos.
- Visión: contempla el color verde y los paisajes que te ofrece la naturaleza.
- Olfato: inhala los aromas y la fragancia de los árboles.
- Oído: escucha los sonidos de la naturaleza, los cantos de los pájaros, el movimiento de las hojas, etc.
- Tacto: Siéntate o échate en el césped, y coloca todo tu cuerpo y mente en la atmósfera en la que te encuentras.
- Gusto: Prueba los alimentos que te provee la naturaleza, como los frutos, hojas, etc.
En suma, la naturaleza literalmente nos trae a la vida y nos ayuda a estar conectados con nuestra esencia, especialmente con nuestro Creador, quien hizo todas las cosas y vio que era bueno.