La mayoría de las personas, tienen modelos a seguir para que los guíen en el camino de la vida. Las razones por las que una persona en particular puede ser un modelo a seguir varían, pero la admiración que inspiran y el ideal que representan, es lo que los hace atractivos. Una cualidad decisiva de un modelo a seguir eficaz es la capacidad de transmitir los valores morales y espirituales que un individuo anhela emular, un modelo a seguir estimula a una persona a ir más allá de sí misma.
Los modelos a seguir a los que están expuestas las niñas y las mujeres hoy en día están relacionados con la moda, las citas, el matrimonio y cualquier relación interpersonal. Estos modelos apelan a la apariencia y a la popularidad que se desvanece rápidamente. A menudo son de integridad cuestionable, ignorando persistentemente las implicaciones cristianas y morales de la feminidad.
Así que, ¿por qué la imagen de la Virgen María es tan importante para las mujeres? María nos ha mostrado, a través de su vida, cómo ser santos y agradables a los ojos de Dios. Sí, su vida fue dura y tuvo que lidiar con tensiones con las que ninguno de nosotros tendrá que lidiar. Pero ella puso todo en manos de Dios y nunca se dio por vencida. Perseveró en la virtud y la santidad, al lado de su Hijo. Y es por eso que la iglesia la ha colocado en un lugar tan especial para todos nosotros.
María, libre de todo pecado, fue invitada por Dios a colaborar con Él en su obra de salvación. Es con su Sí generoso y perseverante que nos educa en fidelidad, la cual brota del amor y fe en el Plan de Dios.
Afortunadamente, nosotros, como cristianos, contamos con la gracia y la misericordia de Dios, que prepara nuestro corazón para poder hacernos disponibles a su voluntad. Así como María, es necesario que estemos conscientes y abiertos para recibir esos dones que ella dócilmente acogió.
Ahora, conozcamos más de las cualidades que la hacen un modelo a seguir.
María llena de gracia
Nos dice el Papa San Juan Pablo II: El ángel Gabriel, dirigiéndose a la Virgen de Nazaret, después del saludo "alégrate", la llama "llena de gracia". Esas palabras del texto griego "alégrate" y "llena de gracia", tienen entre sí una profunda conexión: María es invitada a alegrarse sobre todo porque Dios la ama y la ha colmado de gracia con vistas a la maternidad divina.
La fe de la Iglesia y la experiencia de los santos enseñan que la gracia es la fuente de alegría y que la verdadera alegría viene de Dios. En María, como en los cristianos, el don divino es causa de un profundo gozo.
Es la Madre de todos
En el momento culmen de la Cruz, nuestro Señor nos da a su Madre como un preciado regalo, “Mujer, he ahí a tu hijo, luego le dice al discípulo, he ahí a tu Madre” (Jn 19, 26-27) son las palabras que pronuncia el Señor ante el apóstol Juan y María. En la figura del apóstol Juan estamos todos nosotros. María así se presenta a todos nosotros, sus hijos, como nuestra Madre. Un detalle muy propio de la delicadeza de nuestra Madre María es que siempre nos sorprende en sus apariciones con la forma en que elige para presentarse en cada país diferente. Cuando apareció en Guadalupe, estaba vestida como una princesa mexicana. En Asia, Nuestra Señora de Akita estaba vestida con el atuendo tradicional asiático. Y en cada aparición, es universalmente reconocida como bella.
Incluso cuando se le dio mucho, siempre fue humilde
En uno de los momentos más gloriosos de su vida, la Visitación, María pronunció nada menos que una humilde oración de alabanza al Padre. Ella no se jactó de su santidad o dignidad, sino que simplemente agradeció a Dios por sus muchos dones y gracias.
Todas podemos aprender de la humildad de María como mujeres. Sí, era extremadamente humilde, pero nunca tímida. Ella defendió lo que creía con un semblante humilde y una fuerte determinación. Encontrar el equilibrio entre estas cosas aparentemente contradictorias puede parecer difícil, pero María nos lo muestra de una manera tan hermosa.
Siempre decía SÍ a la voluntad de Dios
El amor de María por Dios era tan fuerte que hizo su vocación decir continuamente que sí. Al aceptar ser la madre del Salvador, confió por completo en la voluntad del Padre. Ya no vivía para sí misma, sino para Dios y el Reino. Y sin su gran entrega de amor y obediencia no tendríamos Salvador.
Si bien nunca se nos pedirá que seamos la madre de Dios, todos tenemos cosas a las que estamos llamados a decir que sí y que incluso podrían significar un gran sacrificio, pero sabemos que el Señor no nos pedirá nunca nada que no sea para nuestro bien. Pidamos a nuestra Madre María su intercesión para que podamos acoger al Señor en nuestro corazón.
Nos ama incondicionalmente
En todo el mundo cristiano, cuando rezamos el Ave María, siempre destacamos las palabras “Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”. María, como madre amorosa, ora siempre por sus hijos. Eso es lo que significa el amor incondicional de una madre: una madre nunca se cansa de esperar.
María es la que intercede por nosotros en los momentos de angustia, como lo hizo en las bodas de Caná cuando se acabó el vino. Es nuestra gran intercesora, capaz de obtener cualquier gracia de Dios Todopoderoso porque es la mujer de fe por excelencia, y “todo es posible para quien tiene fe”. (Mc 9,23)
Ella es un modelo a seguir
Finalmente, la Santísima Virgen María es el modelo para toda mujer, ya que la realidad que ella ejemplifica trasciende el tiempo y las culturas.
María nos muestra lo que significa ser mujer en comunión con Cristo. María es el paradigma de una mujer verdaderamente liberada, es decir, una mujer que abraza libremente su propia vocación y se sabe amada por Dios, y ahora y por siempre por nosotros, sus hijos.