Aceptar y superar la partida de nuestros seres queridos es un proceso por el que todos, en algún momento, atravesaremos. A medida que pasa el tiempo, y mientras más nos vamos acercando a la adultez, nos damos cuenta de lo efímera de la vida y cuán importante es demostrar el amor y afecto por nuestros seres amados en la vida terrenal. 

 

Muchas veces nos quedamos sin decir un “te quiero”, sin realizar una llamada telefónica por falta de tiempo, sin dar un abrazo a esas personas especiales, o pedir perdón a quien lo necesite. Por ello, además de aceptar la muerte, en ocasiones nos enfrentamos con el arrepentimiento y pesadumbre de no haber valorado y amado mejor a esa persona. 

 

Extrañamos aún más la presencia de nuestro ser querido, y daríamos lo que fuera por un abrazo, o siquiera una sonrisa. En esos momentos de dolor, debemos permitirnos recordar que la muerte no tiene la última palabra, y que en algún momento nos volveremos a reencontrar con quienes más echamos de menos. 

 

Hasta entonces, continuemos amando a quienes ya partieron, pidiendo a Dios que los tenga en su infinita gloria, y compartiendo dentro de nuestra oración aquello que no logramos decirle antes de su partida. Ellos no nos han dejado para siempre: ahora viven en nuestros corazones.

 

“La vida en la esperanza es vivir así: aferrándose, con la cuerda en la mano, fuerte, sabiendo que el ancla está ahí. Y esta ancla no decepciona, no defrauda.” 

 

Papa Francisco