Es usual celebrar una misa por el descanso eterno de nuestros seres queridos unidos a la presencia de Jesucristo, pero ¿cuál es el verdadero fin de este homenaje? ¿Tiene alguna influencia sobre nuestros difuntos? Primero, debemos entender que la muerte de una persona significa una ruptura de la relación que mantiene con sus familiares. Por ello, cuando se oficia una misa a nombre de un difunto, es a través de la intercesión de Dios que esta relación se va a restableciendo. Y es que en cada Eucaristía se renueva el sacrificio de Cristo en la Cruz, por lo que su poder de salvación es infinito. Además, unidos a Él en la Eucaristía estamos también en comunión con nuestros difuntos. De esta manera, en ese espacio espiritual, podemos comunicarnos con nuestros seres queridos, hablar de lo que nos apena y nos hace llorar, pero también de la esperanza que se transforma en nuestro corazón al saber que ellos ya están gozando de la gloria del Señor.

La misa trasciende el tiempo y el espacio, uniendo a los fieles que están en el cielo, en la tierra y en el purgatorio en santa comunión. En este sentido, no existe oración más perfecta ni mejor regalo que les podamos hacer a quienes ya han dejado este mundo. Por otro lado, la Santa Eucaristía incrementa, por sí misma, nuestra unión con Cristo borra nuestros pecados y nos preserva de cometer otros en el futuro.

En suma, esta práctica es una muestra de afecto y respeto con aquellos que ya han partido al encuentro del Señor. Así también, este gesto nos permite reconciliarnos con nuestro dolor, poder aceptar la ausencia de nuestros seres queridos y mantener la esperanza intacta. Es por ello que fomentamos ser partícipes de la santa misa y comulgar con el misterio de amor en Cristo.

 

Parque de la Esperanza los espera todos los domingos de agosto al mediodía en las misas virtuales que celebramos. También pueden dejarnos sus peticiones aquí.