La pandemia y sus fatales consecuencias probablemente nos han hecho reflexionar sobre la manera en la que estamos viviendo y el valor mismo de la vida. Tenemos ahora mucho más presente a la muerte, somos conscientes que esta es real, que puede estar cerca de nosotros o incluso que ya ha estado en nuestro hogar. Tal vez conocemos a quienes han caído enfermos, enfrentándose a la muerte, o tal vez nosotros también ya le hemos hecho frente.

Estas experiencias, más que desalentarnos y hacernos temer, pueden ser tomadas como una oportunidad para apreciar cada aspecto de nuestra vida, cuestionándonos si es que estamos viviendo como Dios quiere que lo hagamos. Es por ello que ver la vida desde la perspectiva de la muerte puede ayudarnos a replantear nuestro día a día y enfrentar las dificultades con mayor templanza. ¿Tienes inquietudes o problemas que no sabes cómo resolver? Colócate en tu último día de vida y pregúntate “¿Cómo me hubiese gustado actuar?”. Muchas veces nos dejamos llevar por nuestro ego y orgullo, pero, entendiendo todo lo que puede acarrear las decisiones que tomamos en nuestro futuro, sabremos actuar desde el corazón, dejando de lado nuestro egoísmo.

Este ejercicio espiritual nos recordará la fragilidad de la vida humana, contribuyendo a entender el enfoque que le estamos dando a nuestra existencia, y ayudándonos a mejorar y caminar por el sendero de la virtud y fe. Es así que viviendo como si fuera el último día de nuestras vidas podremos hacernos más libres y encontrar esa plenitud tan anhelada.

“Considero que los sufrimientos del tiempo presente no son nada si los comparamos con la gloria que habremos de ver después.”

(Romanos 8:18)